Ansiedad
La muchedumbre hacía de la sala un espacio insufrible. Me era imposible pensar en cualquier cosa que no fuera la sensación de mil ojos posándose sobre mí, a pesar de que nadie me conocía. Cada paso que avanzaba en aquella interminable fila parecía añadir un año a la condena que esperaba recibir en cuanto mi objetivo allí se cumpliera. Evitaba el contacto de cualquier tipo, mis ojos estaban fijados al piso mientras intentaba controlar meticulosamente cada respiración que daba para ahorrarme el ser juzgado. La llegada al mostrador marcó el final de mi pesadilla, me limité a entregar la cantidad exacta de mi compra para después asentir tímidamente con la cabeza y retirarme lo más rápido posible. Hoy, he de empezar de nuevo.
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